El 15 de marzo estaba todo listo, salón alquilado para abrir el año danzando en Buenos Aires, recién llegada de danzar en México, con todo el cuerpo afinado para seguir compartiendo lo que amo, lo que da sentido a mi vida: habitarnos en el cuerpo con profunda gentileza, un terreno habitualmente a ganar, no dado por si mismo…

El plan sufrió una fuerte modificación, se desato la pandemia, todo el mundo conteniendo el aliento para recalibrar, tratar de entender, acomodarnos a este nuevo modo sin precedentes.  Pensamos que iba a ser por unas semanas…y aquí estamos, nueve meses después, dándonos a nacer una y otra vez en escenarios desconocidos que se van volviendo habituales…

Ese domingo decidí armar danza online por zoom, DANZAMOS EL DOMINGO CUIDANDONOS, ya había tenido experiencia en clases de Open Floor con mi querida maestra Andrea Juhan como participante y  el año pasado, me había animado a probar coordinando en un grupo de profesionales, con quienes bailamos y funcionó, todos conocidos, un grupo pequeño y por un par de temas.

Con esa huella salimos al ruedo y así fue, varios conocidos y muchos desconocidos, un grupo enorme, como un océano a pleno oleaje,  todo mi ser encontrando nuevas coordenadas, hablarle a todos y a nadie, sentir presencias visuales, imaginar el resto, usar todo lo que se para  hacer mucho pie en mi cuerpo, consciente de mi alerta, de mi fuerte latido, rescatando el sentido de acompasarnos como fin que justificaba tanta incomodidad. 

Hubo que atravesar esa incomodidad, sabia que la propuesta de sostenernos bailando mientras todo se iba derrumbando era buena,  pero si bien en mi mente estaba claro, mi cuerpo lo vivía con tanto alerta que me hacia dudar si podía continuar.

Fue en el tercer domingo cuando estaba decidida a decirle que hasta acá llegaba, que al final de la clase sentí que lo había pasado mucho mejor, que había empezado a disfrutarlo, que la alegría de los que estaban valía la pena, me sostuvo y sobre la marcha decidí no decir nada y darme una oportunidad mas, momento de giro que agradezco profundamente.

Domingo a domingo durante estos nueve meses, cambiamos muchas pieles juntos, las danzas comenzaron a llamarse, la ronda del fogón, la conciencia de que se va armando entre todos, cobrando vida propia, habitando ese “entre” las pantallas descubriendo la capacidad de resonar y sentirnos. Un espacio donde si bien coordino me siento tan parte como cualquiera de la ronda, donde aparecer como estoy es la llave para la continuidad que no me requiere esfuerzos. 

Danzamos la mezcla de estos tiempos, donde podemos encontrarnos “alegremente tristes”, “agotadamente enérgicos”, “nostálgicamente motivados”. 

Una danza a la que se puede llegar tal cual estamos, más que nunca eso significa que la vulnerabilidad de aparecer y compartir sin empujarnos es la medicina de la ronda. 

Pausamos la narrativa, las historias que nos envuelven, y nos dedicamos a sacar a bailar a nuestro querido cuerpo, con ganas, sin ganas, lo expandimos, le ayudamos a recuperar partes que con el alerta se cierran y se frisan, devolvemos al cuerpo la sensación de seguridad mas allá de todo y por una hora nos nutrimos de esa alegría kinestésica que siente el cuerpo cuando tiene espacio, tiempo, permiso y una música que lo recibe para que sobre ella, como una alfombra mágica pueda moverse como va sintiendo. 

Nada que aprender, todo que permitir para esa escucha de lo que es apropiado para para cada uno en cada momento. Eso entrenamos casi distraídamente, respiramos mas hondo que de costumbre, dejamos que la parte de arriba del cuerpo apoye peso en los pies, nos regulamos a nosotros a nivel somático, para fortalecer nuestro sistema inmunológico. Y con la práctica, fogón a fogón, aprendimos a conectarnos, a bailar en parejas, a ser testigos unos de otros, a sostener y ser sostenidos, a reirnos, dejar rodar alguna que otra lágrima, emocionarnos juntos, ampliando los rangos y péndulos que el cuerpo reconocer como propios para movernos e incluirlo todo, de un modo orgánico y a salvo. 

Volvernos cómodos en casa, contar con nosotros como refugio hoy es el lugar posible donde viajar, para que cuando el mundo vuelva a abrir las puertas sigamos enteros y de pie.

Todo entra en revisión en estos tiempos, nada esta fuera de la pandemia, como comemos, como dormimos, como amamos, como soñamos, como deseamos….todo esta aprendiendo un nuevo paradigma. Nos lleva tiempo y paciencia registra cuan profundo es este cambio, seguimos evaluando con el paradigma de antes y nada encaja….eso hacemos en la ronda de los fogones, nos recordamos el aquí y ahora, lo que si se puede, los nuevos modos, quienes somos ahora, lo que nos define hoy, estiramos el respeto y la aceptación incondicional en esta nueva escucha para que con curiosidad y movimiento podamos encontrando nuestros apoyos.

No se requiere experiencia para sumarse, solo zoom en su versión gratuita, y el link para que puedas entrar, sin inscripción para hacerlo fácil, y el encuentro es gratuito.

“En la danza de los domingos está perfecto el lugar en donde estás, cómo llegas y cómo se mueve tu cuerpo. Seguir el ritmo te lleva a recorrer lugares adentro del cuerpo, en tus emociones, en tus recuerdos y anhelos. Y siempre bailamos con el permiso para ir y volver. Así, te vas abriendo, probando y animándote a aparecer ante vos misma/o y ante el grupo. Ante lo que duele, lo que pincha, lo que estruja, y lo que expande, lo que abraza y lo que eleva.
Todo con muchísimo permiso. De a poco vas viendo cómo el resto de tus compañeros/as también se muestran, también resuenan y también te apoyan. La unión del grupo es lo que hace la magia.

Gracias Marisu por continuar ofreciendo este espacio abriendo las puertas y facilitando que la magia suceda”

Maria Arguello Pitt

Los esperamos, yo y la ronda!

pd: Dejo por aquí una playlist de Spotify, las músicas son variadas, en mi Facebook podes encontrar después de cada domingo la playlist o los recursos que nutren la ronda.