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Ser paciente mientras somos terapeutas

AFINANDONOS EN EL ROL:

“El pasado siempre esta presente”, así comenzamos una de las sesiones en las que soy simplemente paciente. Cambiar el rol, dejar de ser una para ser la otra y ser todas al mismo tiempo.

Somos un pequeño grupo de mujeres que nos encontramos con nosotras mismas y entre todas, de la mano de una guía presente. Entramos en una burbuja fuera del tiempo, realmente sentimos que lo pausamos para dedicarnos a ir hacia adentro y simplemente habitamos.

Escribo simplemente y todo mi cuerpo respira profundo, suena simple, el cuerpo sabe de esa simpleza, y a la vez sabemos que es un arte complejo de alquimia y dedicación. Proceso oscilante de conexión y desconexión.

Nos encontramos con las mas variadas configuraciones de edades, por momentos somos la edad del nacimiento que nos ancla en el presente,  en general a partir de los 50, por momentos tenemos 7, 15, 25 años y viajamos en el tiempo, el pasado tan presente.

Entrelazamos sentimientos de los intensos y sutiles, todo tiene espacio, permiso y es bienvenido.

Hay lugar para construcciones a veces coherentes,  a veces incoherentes que se transforman en claras señales de cordura para nosotras.

Conozco estos territorios, los acompaño, los coordino y facilito hace años, apuesto sin duda ( se siente tan bien no sentir duda! ) a que son el modo más poderoso de tallarnos, con nosotros y con los otros sin perdernos. Ser con otros, aparecer con las dosis de honestidad para permanecer en lo genuino, entrenamiento constante en el devenir de esta vida.

En estos tiempos me toca a mi,  soltar mis redes, agendas, pendientes, el control de lo que puede aparecer y descansar el rol.

Ser la mezcla simplemente compleja de mujer, madre, hija, esposa, amiga, soñadora y gitana, para comenzar.

Sentir apoyo incondicional del espacio para lo que emerge, la confianza de desacomodar lo que sentía acomodado.

La vida nos desacomoda todo el tiempo, hacer de este vaivén una práctica es la posibilidad de  habitar nuevas narrativas.

Contarme de nuevo quien soy, contarme de nuevo lo que va sumando, recoger algunos  pedazos de historia que quedaron en silencio.

Elegir lo que puedo alivianar,  registrar una vez mas lo que tenia apretado.

Si, sigue habiendo  lugares de los que doy cuenta sin palabras, lugares que simplemente toman cuerpo.

Desde este lugar sentido, mi tarea recrea sentido. Siento un profundo reencuentro con el sentido de lo que me convoca, necesitamos encontrar lugares suficientemente seguros donde hacer pie con otros, ya no podemos hacer frente al mundo solos, nunca pudimos, pero hoy se nos impone.

Mis células tan agradecidas de recordarlo y confirmarlo como posible.

Ser paciente mientras somos terapeutas,  es en un recorrido sin vuelta atrás.

Tallado profundo con doble sentido, para uno y para la disponibilidad hacia los otros.

Ser psicóloga, sin duda, comenzó con una búsqueda personal, creo que muchos llegamos así, por lo general en una doble vuelta del proceso de elegir. El mío arranco como estudiante de abogacía, luego giro hacia el mundo interno, como psicóloga donde vengo permaneciendo hace ya 30 años, capas y capas de crecimiento entrelazando lo personal y el rol, donde la danza me rescato a mi y se volvió herramienta y lenguaje en el acompañar a otros. Mis primeras clases de psicología fueron en la silla de ruedas, mis rodillas tenían un diagnostico complicado por delante, que encontró su cauce en miles de avatares médicos, operaciones,  rehabilitaciones y mucha danza.

A veces siento en el cuerpo el giro en 360 grados y la síntesis de todo ese recorrido que esta siempre presente. S

abemos que el pasado esta siempre presente, y en cada alto cobra nueva forma, recuperación y relato.

Hay partes mías, hay partes nuestras que  pueden  redefinirse en altos del camino, por eso la pausa es la llave para afinarnos en modo permanente, como dice el refrán sin prisa pero sin pausa….en la pausa.

He soltado en los últimos tiempos alertas alojados en los bordes de mi columna, silenciosos, acostumbrados por años a estar ahí alojados, a ser cuerpo de la historia, ser parte de las sensaciones acomodadas que se vuelven habituales aunque sean apretadas sin ser nombradas. Curiosa escucho mi cuerpo, el de mujer, el de terapeuta, en el que descubro vestigios de un pasado presente, encontrando un nuevo movimiento, oleadas de respiración renovada y suspirada en lo mas profundo del centro de mi ser, sin duda otra vuelta del espiral.

Que cierto se vuelve el cuerpo cuando danza, inspira y exhala y murmura palabras ancladas en sensaciones, narrativas sentidas.

Y acá permanezco sintiendo como la danza me aloja mientras tanto con coraje y tolerancia. Macerando lo que emerge, cálidamente recibido, integrado, celebrado y compartido. Antídoto a la vergüenza.

La pasión por acompasarnos en la conquista de territorios internos,  apoya los pies, relajando los hombres, confiando peso a la tierra.

Presentes en un mundo que nos entrena en la tensión de lo seguro y lo amenazante.  Sin duda esto es afinarme en el rol para mi, volver a casa, consciente de modos de mirar,  un camino de esperanza y posibilidad en lo que si podemos invertir, renovar el sentido, se que somos muchos los que ahí nos encontramos.