Hay semanas que mientras voy acompañando procesos, tanto el de aquellos que se animan a mirarse como el mío propio, aparecen denominadores comunes.

Esta semana fue sin duda la conciencia de la impermanencia, de lo que cambia permanentemente y lo que sucede cuando este cambio convive con las ganas de que no sea así:

“¿Puede ser que todo cambie así de rápido,

que no haya un momento de paz?”

“Pero si ayer estaba todo bien, ¿Cómo pudo ser? ”

Nos cuesta asimilar lo cambiante y la vivencia compartida es que todo va cada vez mas rápido. A veces pienso ( en una búsqueda casi desesperada de encontrar apoyo ) que a mayor conciencia de lo efímero y de lo complejo que somos, menor será el efecto de la sorpresa frente a los cambios que no piden permiso. Perfecto!. Logré la ecuación para estar a salvo, con la ilusión de un lugar a salvo…

Pero luego sonrío, no hay antídoto mas que abrazarnos en la sorpresa, en el cambio de plan y volver al cuerpo para recuperarnos, ya no es una opción, es una medicina con la que sí podemos contar.

Cuando volvemos al cuerpo, a su respiración, a su latido, a la sensación del estómago apretado, es la puerta que nos conecta con lo que somos, con nuestro ser mas profundo.

Volver al cuerpo implica, volver a casa, a re- conectarnos, a la honestidad de lo que nos habita, recibirlo todo, alojarnos, no posponernos, contar con todos sus canales para volver al ruedo.

¿Cuál es el apoyo en este nuevo mapa?  ¿Cómo mis pies encuentran su ritmo, el nuevo, el que se acompasa con lo real que sucede?  ¿Cómo recupero el aliento antes que cualquier otro plan intente organizarme?.

Frente a todo lo cambiante, el cambio al que podemos acceder para recuperar la sensación de estar a cargo de nosotros mismos,  es instalar una frecuencia más continua en la pregunta:

Y ahora en este nuevo escenario, que no es el que esperaba ¿ Qué necesito, qué información me nutre desde la escucha presente de nuestro cuerpo?

¿Necesito caminar, apoyar la espalda, entregar mi peso al suelo, correr, danzar, dormir, una baño caliente?. Desapegarnos del “plan”, flexibilizar sus bordes,  instalar la rutina del preguntarnos, no darnos por sentados, por tan conocidos, volvernos curiosos con nosotros mismos.

Darnos el permiso, aunque a veces parece que no hay tiempo, de volver a preguntarnos una y otra vez, ejercitarnos como a un músculo:

Acá, ahora, con estas nuevas coordinadas, para qué estoy?  

¿Qué necesita mi cuerpo?  ¿Donde se encuentra mi centro?.

Instalar la pausa para recalibrar.

No empujar definiciones que cierran opciones.

Afinar la presencia en lo que no sabemos, tolerarnos hasta que volvemos a saber.

Habitarnos en la transición con paciente escucha, decir y pedir lo que necesitamos, si lo necesitamos.

Contar con lo que nuestro cuerpo sí sabe mientras tanto.

Seguir a nuestros pies, la simpleza de un paso a la vez, pequeño y propio en tiempos de transición puede ser una de las mayores grandezas para comenzar.

Somos, entre miles de definiciones posibles,

Movimiento, cambio y misterio…

ESE ES NUESTRO DESAFÍO